martes, 17 de abril de 2012

El héroe de la denuncia de la talidomida | Sociedad | EL PAÍS

El héroe de la denuncia de la talidomida | Sociedad | EL PAÍS

El héroe de la denuncia de la talidomida

Harold Evans puso sobre el papel el periodismo de denuncia

Apodado Harry el Bueno, dirigió el mejor 'The Sunday Times'

 
Harold Evans. / JESÚS URIARTE
 
Harold Evans, Harry para todo el mundo en Nueva York, afrontó a mediados de los setenta, cuando dirigía el mejor The Sunday Times de todos los tiempos, la difícil aventura de enfrentarse a todos los poderes y sacó adelante una denuncia, contra los fabricantes de la talidomida, que lo puso en la primera página del periodismo de denuncia.

Harry era entonces un joven periodista cuya adrenalina estaba marcada por la intensidad de sus convicciones y cuyo objetivo era hacer el periodismo tal como lo mandaban los viejos cánones del oficio. A partir de aquella lucha que lo convirtió en legendario, abordó otra de sus enseñanzas: los periodistas tenían que ser responsables, también, de la estética de sus informaciones, y se hizo a sí mismo uno de los mejores diseñadores del mundo.

Su experiencia en este campo está en varios libros que él mostraba hace un tiempo en Nueva York como su verdadera herencia. Los periódicos son esencia y apariencia a la vez, una cosa no es nada sin la otra. Tuvo una difícil relación con Murdoch antes de que a Murdoch le crecieran los enanos, y describió ese grave desencuentro (de cuando fue efímero director del Times londinense) en su libro Good Times, Bad Times.

Mal equipado para el rencor (por algo es Harry el Bueno) terminó perdonando al viejo magnate, pero los vicios que le vio fueron los vicios que luego hicieron caer la reputación del imperio del viejo Rupert. De lo que de verdad se enorgullece Evans, que ha hecho de todo, y sobre todo ha hecho historia del periodismo, es de su magisterio en una sala de reuniones a la hora de dibujar una primera página. En su casa de Nueva York le vimos en los ojos esa emoción con la que saludaba, de joven, una buena portada. Abría las manos como si retornara a aquellos tiempos, o como si abrazara al joven periodista que fue. De hecho, nunca ha dejado de ser él.

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