lunes, 4 de febrero de 2013

Cómo financiar la biomedicina - DiarioMedico.com

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tribuna. Miguel Vega

Cómo financiar la biomedicina

Para fomentar la innovación biomédica, España debe mirar hacia fuera, liberarse del tradicional aislamiento social y de la dependencia de fondos públicos. Hay que aunar investigación científica, clínica y tecnológica.
Miguel Vega. Director general de Allinky Biopharma y exdirector de Estudios Estratégicos de Genoma España.   |  04/02/2013 00:00


Vivimos momentos de escasa actividad económica y de cierto desánimo colectivo que sin duda desalientan la iniciativa innovadora. Muchos jóvenes talentos han decidido emigrar a países con mejores perspectivas laborales o de crecimiento económico. Otros han optado por permanecer en España ante posibles vientos de cambio, con ligeros tintes de rebelión civil, que pudieran tensar las velas de su carrera laboral o su iniciativa emprendedora. En esta coyuntura, la innovación tecnológica reclama su papel y su capacidadpara proyectar la economía y la sociedad española hacia un futuro de esperanza. La innovación puede, y debe, contribuir notablemente a convertir esta amenaza en una oportunidad.

En el área de la innovación biomédica, lo cierto es que el principal músculo inversor, los presupuestos públicos, está flácido y con bajo tono. Podríamos diagnosticar sarcopenia (pérdida de masa muscular), pero de ningún modo caquexia (atrofia muscular). El presupuesto del contribuyente se destina a sufragar servicios públicos, saldar la deuda del Estado, pagar las pensiones y financiar los subsidios de desempleo, en detrimento de la mejora del sistema educativo, la ciencia y la innovación. Así, ¿cómo podemos financiar la innovación biomédica en 2013?

En primer lugar, es preciso agudizar el ingenio, situación a la que el español está muy acostumbrado. En segunda instancia, conviene aplicar recetas de éxito de otros países, a lo que quizás ya no estemos tan acostumbrados en España por nuestro carácter orgulloso y creativo. Puestos a aprender del éxito foráneo, citaría algunas referencias. La primera de ellas es el libro Start up Nation: El milagro económico de Israel de Dan Senor y Saul Singer. Con un lenguaje claro y sencillo, analiza de manera rigurosa cómo se ha pavimentado el éxito de una nación como Israel en asuntos de innovación. Basta pensar que han convertido una tierra yerma en el segundo polo de innovación tecnológica del mundo, tan sólo detrás de Silicon Valley, en California.


El capital riesgo, vital
Pensemos que Israel es el tercer país, detrás de Estados Unidos y China, por número de empresas cotizadas en el mercado tecnológico Nasdaq. ¿De dónde proviene este éxito en asuntos de innovación tecnológica? De la mano de la creación de una industria de capital riesgo. En Israel, hace dos décadas, se estableció la Fundación BIRD y el programa Yozma, que en hebreo significa "iniciativa", con el objetivo de financiar iniciativas tecnológicas conjuntas entre Estados Unidos e Israel. Yozma invertía directamente en empresas de capital riesgo con significativa participación norteamericana, lo que hizo fluir financiación, nacional e internacional a las start-up tecnológicas y crear una cultura de inversión privada en proyectos de innovación.

Como segunda referencia, y en el ámbito de financiación de la investigación traslacional, destaca el programa estadounidense STTR/SBIR (Small Business Innovation Research/Small Business Technology Transfer), que dota de fondos a once instituciones para financiar innovación tecnológica en diferentes campos, como el biomédico. Tan sólo en 2011, concedió 6.723 ayudas públicas para realizar innovaciones en diferentes campos tecnológicos. Tradicionalmente, este programa financia proyectos generados en entornos académicos, si bien a partir del 2013 también se podrán financiar proyectos de innovación liderados, o con alta participación, por inversores privados. El capital riesgo es un importante activo en cualquier proyecto de innovación, y así lo han entendido en el Gobierno norteamericano.


¿Cómo aplicarlo en España?
Para aplicar estas recetas en España, es preciso previamente liberar del tradicional aislamiento social, y de la fuerte dependencia de los presupuestos públicos, a la innovación tecnológica española. Lo interesante es que, y debido a la coyuntura económica, ahora se nos presenta esta oportunidad, como si se tratase de un ola de 30 metros de altura que nos puede ahogar [amenaza] pero que nos coge encima de nuestra tabla de surf para disfrutar [oportunidad].

En este sentido, y para el presente año, no cabe presentar proyectos de innovación a los raquíticos presupuestos públicos, sino establecer verdaderas propuestas de inversión en innovación biomédica que aúnen la investigación científica, clínica y tecnológica en torno a la resolución de una necesidad social, económica o clínica. Eso sí, valorando con rigor tanto los posibles beneficios como los riesgos a los que se enfrentaría. Estas propuestas de inversión podrán captar los recursos económicos necesarios de fuentes (Business Angels, asociaciones de pacientes y/o fondos de capital riesgo nacionales e internacionales). La guinda al pastel será lograr financiación adicional de las Administraciones regionales, centrales y/o europeas.
Para concluir, es importante mencionar la actual Ley de la Ciencia, aprobada con amplio consenso parlamentario, y que entró en vigor el 2 de diciembre de 2011. La norma olvida el capital riesgo, no por maldad sino por desconocimiento. Esta nueva dimensión en la financiación de la ciencia y la innovación se puede aún incluir a través de los decretos, planes y programas que desarrollen esta ley. Ello contribuiría a un cambio de cultura en el sistema español de innovación, reduciendo el carácter funcionarial del talento científico e innovador y limitando la fuerte dependencia, de la Ciencia y la Innovación española, de los Presupuestos Generales del Estado.

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