miércoles, 20 de febrero de 2013

La atención farmacéutica y su dimensión bioética, por María Aranzazu Riego

La atención farmacéutica y su dimensión bioética, por María Aranzazu Riego



La atención farmacéutica y su dimensión bioética, por María Aranzazu Riego

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En el ámbito comunitario, la Atención Farmacéutica es la materialización del cuidado del paciente, que es en sí mismo el fin de toda profesión sanitaria y por ello también de la Farmacia. Viene al caso esta aclaración porque recientemente recibí una nota informativa de mi Colegio Oficial de Farmacéuticos en la que se insta a sus colegiados a seguir ejerciendo su vocación; se aconseja por ello el abandono de“ciertas prácticas mercantiles”  que pueden llegar a poner en cuestión la verdadera razón de ser de la profesión farmacéutica y distorsionar la verdadera aportación del farmacéutico a la sociedad.
Desgraciadamente es una realidad social que, desde hace unos años,  en nuestro país, parece que la Farmacia como institución dentro del sistema sanitario -principalmente debido a las presiones económicas-, va perdiendo poco a poco su esencia. Es llamativo que políticamente parece que se ha convertido en un objeto de recorte con una visión puramente económica perdiendo su perfil de servicio de salud.
Por ello, deseo centrar ahora algo importante. Si el farmaceutico de a pie, comunitario, de oficina de farmacia, pudiera ejercer o ejerciera plenamente su vocación y su profesión ¡se ahorraría muchísimo dinero! Pues está altamente comprobado que un elevado porcentaje de los ingresos hospitalarios en nuestro país se debe a problemas relacionados con los medicamentos, como duplicidades, faltas de adherencia al tratamiento, errores en la prescripción, o dispensación, fallos en la toma de medicación, efectos adversos,…
Eso es lo que puede y debe hacer el farmacéutico. Su  papel está claramente definido, y es en cada paciente individualmente donde hemos de actuar para que no se produzcan ese tipo de problemas relacionados con medicamentos, que suponen, cuando el farmacéutico no ejerce su función, una utilización no adecuada ni racional del médicamento, que  incluso llega a convertirse en un problema de salud asociado al uso de medicamentos, cuya finalidad es la contraria.
Remontándonos a la época universitaria, el estudiante de farmacia se familiariza con disciplinas como bioquímica, biología, anatomía, fisiología, fisiopatología, microbiología, farmacología, químicas orgánica, inorgánica, analítica, farmacéutica, botánica, nutrición, bromatología, salud pública, entre otras,lo que proporciona una formación suficiente para participar con seguridad en el proceso terapéutico. Afirmo taxativamente que la preparación recibida convierte al farmacéutico en un profesional altamente cualificado y capacitado para ejercer el cuidado del paciente con un elevado nivel de calidad.
Pero en mi opinión, sínoto la falta de una asignatura en los planes de estudio, la Bioética, que puede aportar las claves para que este desarrollo profesional, esa intervención clínica de calidad, esté impregnado por una actitud ética que lo convierta en excelente. La Bioética nos enseña a valorar nuestras acciones y a tomar las decisiones adecuadas para que éstas salvaguarden el bien del paciente.
La Atención Farmacéutica, término que acuñado de inglés PharmaceuticalCare, quizás más adecuado, ya que es el cuidado del paciente el fin en sí mismo el fin de la profesión farmacéutica, adquiere con la Bioética una nueva dimensión, y el paciente se convierte en nuestro centro de acción, pero no solamente como un caso clínico a tratar, sino como un ser que sufre o está achacado por un determinado problema, que los farmacéuticos tenemos la capacidad de resolver.
Poner en práctica lo que la Bioética nos aporta va a requerir del farmacéutico para el paciente tiempo, respeto, confidencialidad, confianza, escucha atenta, acogida, comprensión y empatía.
Y vale la pena ejercer así la profesión, bien cierto es que implica  mantener un adecuado nivel de formación continua, actualizada y rigurosa. La humildad nos ayudará siempre, favoreciendo un proceso de autocrítica que examine nuestras propias acciones, y una posición de servicio hacia el paciente, que para eso estamos, para servir y cuidar a nuestros pacientes.Tenemos el deber de buscar el beneficio del paciente por encima de todo, y esto nos ha de llevar a actuar con honestidad, con nosotros mismos, con el paciente y con otros profesionales sanitarios.
Desde luego somos libres, y siempre podemos elegir. Siempre tenemos la opción de regalar un “paraguas” (una tarjeta de fidelización, una crema de manos,…) o de ejercer como farmacéuticos preocupándonos por el paciente, por su estado de salud y participar activamente en su proceso de curación.
Esto asegura la continuidad de nuestra profesión, de nuestra vocación de farmacéuticos, no el quién da más comercial puro y duro., y supone una colaboración sanitaria, económica, humana y política a la sociedad. No somos un comercio, ni somos una gran superficie, ni nos debemos al marketing, Nos debemos al paciente.
Ahora toca la reflexión personal: ¿Yo qué quiero ser?

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