domingo, 10 de marzo de 2013

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El género en la salud


Marzo de 2013 - Nekane Lauzirika

Hasta finales del siglo XX la ciencia médica no comenzó a tomar en consideración la existencia de las significativas diferencias en el modo de enfermar y en el tipo de dolencias más comunes que se dan entre mujeres y hombres. No sólo la investigación, sino también la docencia y la asistencia sanitaria han tratado tradicionalmente a las mujeres "como si fueran hombres", sin diagnosticar sus problemas y enfermedades peculiares de modo específico. La salud de este colectivo se ha estudiado exclusivamente como salud reproductiva, un enfoque muy limitante que ha impedido abordarla desde una perspectiva integral

Documentación y fuentes
1. Grupo de Trabajo de Atención a la Mujer de SEMERGEN.
2. Observatorio de Salud de la Mujer del Ministerio de Sanidad.
3. Instituto Vasco de la Mujer/Emakunde.
4. CAPS. Centro de Análisis y Programas Sanitarios. Barcelona.
5. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
6. EL MÉDICO.
Los expertos reconocen que existen factores de riesgo diferenciales entre mujeres y hombres que debieran ser prevenidos o abordados de forma específica, como por ejemplo las causas de su patología cardiovascular, diabetes mellitus o la obesidad. "Sin embargo, y aunque se reconozca esa especificidad, la formación actual de los profesionales de la salud continúa sin estar bien enfocada hacia las dolencias con más prevalencia en las mujeres, y aun hoy no se dispone de una ciencia protocolizada y sistematizada para apreciar la diferente expresión de la sintomatología de algunas enfermedades según el sexo de la persona", asegura la doctora Mercedes Abizanda, médico de familia y ginecóloga, coordinadora del Grupo de Trabajo de Atención a la Mujer de SEMERGEN.

Al no disponer de formación y docencia específicas y mantener en el inconsciente los estereotipos de género, es frecuente que los síntomas y patologías más comunes entre mujeres hayan sido invisibles, y que sus demandas, peticiones y problemas se hayan considerado/se consideren menos importantes y de rango inferior; "como por ejemplo sus repetidas solicitudes de ayuda cuando se encuentran cansadas o sienten dolor, situaciones que los médicos intentan controlar con psicofármacos o algún tipo de analgésicos, sin tratar de entender las causas específicas de los síntomas que presentan. Falta por desarrollar la ciencia de la morbilidad femenina diferencial, hacerla visible y comunicarla, para erradicar la cultura del sufrimiento que intenta esconder la ignorancia científica de las causas del malestar y la sintomatología", puntualiza la doctora Carme Valls, directora del Programa Mujer, Salud y Calidad de Vida del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), de Barcelona.

"Las mujeres viven más que los varones, pero con peor calidad de vida. Puede atribuirse en gran medida a la sobrecarga de trabajo y a la falta de tiempo libre, cambios de sus hábitos alimentarios, trabajos muy repetitivos y de escaso reconocimiento social, junto a situaciones de dependencia económica. Además, las féminas están empezando a acaparar los primeros puestos en enfermedades que antes estaban casi reservadas a varones, como las cardiovasculares", reconoce Mercedes Abizanda. Los datos así lo demuestran. A los cuarenta años, la proporción de personas afectadas por cardiopatía es de una mujer por cada catorce hombres. A partir de los cincuenta, esas diferencias van disminuyendo y, después de los setenta, hay más mujeres que varones con algún trastorno de este tipo debido a la mayor esperanza de vida de ellas. Una esperanza que alcanza los 77,8 años en varones y 84,3 en féminas.

El 44 por ciento de las mujeres que sufren un infarto mueren en el primer año, frente al 27 por ciento de los hombres. Sin embargo, menos del 20 por ciento de los médicos sabe que las mujeres tienen mayor riesgo que los hombres de morir por esta causa. En el Estado español la enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en mujeres, por delante del cáncer de mama. Pese a la contundencia de los datos, las propias féminas y la sociedad en su conjunto siguen creyendo que es "una dolencia de hombres".

"La incorporación de las mujeres al mundo laboral y el aumento en la esperanza de vida no van acompañados de una buena salud en la población femenina. Además, las mujeres continúan sin tener la percepción de la incidencia de las cardiopatías en su género. Mientras que sí han tomado conciencia de la necesidad de realizarse cada dos años, a partir de los 50, una mamografía y también de los beneficios de una citología a partir de cierta edad, no ocurre lo mismo con la prevención de las enfermedades cardiovasculares", aclara Mercedes Abizanda.

En su opinión, debemos sensibilizarnos mucho más sobre las diferencias de género a nivel de salud. Tanto los médicos de primaria como el resto de especialistas han de tener más presentes las características fisiológicas y las socioeconómicas de las mujeres, y no hacer extrapolaciones de resultados que han sido elaborados para la población general. "Durante muchos años, no se separaban los resultados de los estudios poblacionales por sexos. No se sabía qué prevalencia tenía una dolencia en hombres o en mujeres. Esto se sigue haciendo, aunque en los últimos tiempos algo vaya cambiando", argumenta Abizanda, consciente de la necesidad de sensibilizar a los profesionales en esta diferencia.


Morbilidad femenina diferencial
La doctora Carme Valls, también experta en Salud de la Mujer, viene apostando por desarrollar la ciencia que estudia la morbilidad femenina diferencial. ¿A qué se refiere? "Al conjunto de enfermedades, motivos de consulta o factores de riesgo que merecen una atención específica hacia las mujeres, sea porque solo en ellas se pueden presentar dichos problemas o porque son mucho más frecuentes en el sexo femenino".

La morbilidad diferencial puede ser debida a diferencias biológicas respecto al sexo masculino, como ocurre con los trastornos relacionados con la menstruación, las enfermedades derivadas de embarazos y partos, o los tumores ginecológicos. Del mismo modo, hay importantes diferencias psicosociales que condicionan la salud y la morbilidad diferencial de género.

En este grupo se incluyen también todas aquellas dolencias que, sin ser específicas de las mujeres, se presentan con mayor frecuencia en el sexo femenino, siendo causa de muerte prematura, enfermedad o discapacidad entre las mujeres más que entre los varones; aquí cabe citar las anemias, el dolor crónico, las enfermedades autoinmunes, las patologías endocrinológicas, la ansiedad y la depresión.

Por otra parte, también existen factores de riesgo específicos que deberían ser prevenidos o abordados de forma diferente entre mujeres y hombres, como las causas de patología cardiovascular, diabetes mellitus o la obesidad. "Todavía existen colectivos médicos que piensan que la diferenciación en salud entre hombres-mujeres no es tan importante. Creen, equivocadamente, que es una reivindicación feminista, cuando tan sólo obedece a evidencias científicas y estadísticas. Al sufrir un episodio cardiovascular, ellas van más tarde a pedir ayuda, entre otras razones porque no saben que en la angina de pecho los síntomas que presentan las mujeres son bien distintos a los de ellos, claramente identificable, por el típico dolor en el brazo izquierdo. Además, las féminas en lugar de pensar que tienen una cardiopatía creen que sufren dolores osteomusculares", subraya Mercedes Abizanda.

En la Atención Primaria hay que afrontar los nuevos retos en cuanto a la salud de la mujer se refiere. "Si buscamos una correcta adaptación del sistema de salud a esta nueva realidad, debemos saber el modo de abordar la atención específica a la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades de la mujer desde la asistencia actual de la AP", añade la experta catalana.


Rompiendo estereotipos
Por otra parte, la mayor parte de la evidencia en la que se basa la actuación médica actual se ha logrado a partir de los estudios con una mayor participación masculina. Hasta hace muy pocos años, tanto los registros promovidos desde las instituciones científicas como los ensayos clínicos de intervención han incluido una mínima proporción de mujeres. En opinión de las especialistas en salud de la mujer, falta construir una ciencia ligada a las diferencias entre mujeres y hombres que sepa analizar los problemas y los riesgos con perspectiva de género. Para ello se necesita romper los estereotipos que consideran poco importante todo lo que afecta a las mujeres y construir las bases para un diagnóstico diferencial de las enfermedades y del malestar de las mujeres. "La información que manejamos de enfermedad cardiovascular en la mujer proviene de registros donde las mujeres suponen menos del 30 por ciento de la población analizada", recalca Mercedes Abizanda.
De las dolencias vasculares, las isquémicas del corazón son las que más afectan a las mujeres, seguida de la incidencia cardíaca; la demencia, el cáncer de mama, la diabetes y el cáncer de colon van después. Cuanto mayor sea la mujer, más riesgo tendrá de padecerlas. Por edades, las asistencias e ingresos hospitalarios tienen que ver con enfermedades respiratorias en la primera etapa de la vida; de 15 a 24, con lesiones e intoxicaciones; de 25-44 años, dolencias genitales; de 44-64 con enfermedades relacionadas con el aparato locomotor; de 65-76 años, con el sistema nervioso y órganos de los sentidos. Y a partir de los 75 años tienen que ver con el aparato circulatorio.

"Cada vez hay menos enfermedades de hombres o mujeres. Lo que existe es un modo distinto de manifestación de las dolencias en general, y de las cardiovasculares en particular. También varía según el género el modo en que nos consultan a los médicos", señala Mercedes Abizanda, que, por otro lado, destaca que "no se puede decir que hay más depresión en mujeres. Tal vez los datos lo indiquen así, pero quizá sea porque ellas lo consultan más. En las dolencias cardiovasculares sucede lo contrario. Ellos consultan más y lo hacen antes, mientras la féminas lo hacen más tarde y eso que nos estamos igualando a los varones en las denominadas patologías masculinas; cáncer de pulmón, cardiopatía isquémica, EPOC, cáncer colorrectal...".

Reconoce la experta, "hay que insistir entre las mujeres sobre la necesidad de mantener a raya el colesterol, la dieta, para evitar la obesidad, la diabetes, etc. Las mujeres tienen que ser conscientes de que, además de las citologías y las mamografías, a partir de los 50, tienen que someterse a analíticas anuales como los varones", subraya, al tiempo que se muestra preocupada porque las actividades preventivas no lleguen a los "sectores sociales que se nos escapan, a las mujeres con menos recursos económicos, por ejemplo. Necesitamos campañas de concienciación -insiste- que lleguen a todos los profesionales, porque la diferencia de género es más que tener la menstruación".

En el último informe sobre el SNS se refleja que el consumo de alcohol ha subido significativamente en el Estado. Si en 2001 ingerían alcohol 68,5 de cada cien hombres, en 2007 la tasa ascendía al 70,2 por ciento. En mujeres, el ascenso del porcentaje es aun más acusado, del 37,2 al 41,8 por ciento.

Las mujeres superan a los hombres en consumo de psicofármacos, siendo ya el 75 por ciento de los consumidores totales de somníferos o tranquilizantes. Ante situaciones inespecíficas (donde no existe una patología clara) expresadas por las mujeres, los facultativos tienden a prescribir psicofármacos. En este sentido, desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten del riesgo de utilizar este tipo de medicamentos para intentar resolver problemas sociales.


Sin reconocimiento de la especificidad de los síntomas
En el apartado relativo a la obesidad, Sanidad constata también un importante aumento en hombres y mujeres. En estas últimas, el incremento es de un punto, oscilando del 14,1 por ciento al 15,1 por ciento entre 2001 y 2007. Además, ocurre que, a cierta edad, es frecuente confundir en una mujer un dolor de tórax con la osteoporosis o unas mamas grandes, por lo que una patología del corazón puede pasar a veces desapercibida. No reconocer los síntomas ni estar alerta sobre ellos o retrasar la visita al médico por el papel de cuidadoras que asumen las mujeres son otros factores que dificultan el abordaje de estas dolencias, según sostienen algunos especialistas.

Un reciente estudio muestra que la efectividad de las recomendaciones de los médicos de Atención Primaria a la población sobre hábitos saludables y en concreto sobre prevención de riesgos cardiovasculares, tienen un menor impacto entre las mujeres. Como ejemplo, baste recordar que "de una muestra de 1.500 personas, un tercio de las féminas no realiza actividad física alguna", según se desprende de los trabajos auspiciados por el Ministerio de Sanidad.

Así, en registros realizados por la Sociedad Española de Cardiología, a través de sus diferentes secciones y grupos de trabajo, se identificaron diferencias en el abordaje en el área de la prevención, como son el control y tratamiento de la hipertensión o el menor éxito en el mantenimiento de peso adecuado y en la actividad física. Así, en las mujeres a partir de los 50 años, se da una mayor prevalencia de sobrepeso, obesidad y sedentarismo; sin olvidarnos de que en el grupo de mujeres jóvenes (menores de 55 años) persiste un hábito tabáquico mayor que en otros grupos de edades superiores y en hombres de todas las edades, según la disminución apreciada en los resultados del estudio Euroaspire.

El 75 por ciento de los médicos de familia afirman que aconsejan a sus pacientes llevar a cabo algún tipo de ejercicio físico en su vida diaria. Pero el 25 por ciento de las mujeres dice no realizarlo nunca. En cuanto a la alimentación ocurre algo similar. Los facultativos de primaria indican que este aspecto, junto a la actividad  física moderada, es otro de los factores en los que más se incide a la hora de dar consejos a sus pacientes. Sin embargo, el impacto en las mujeres no está siendo lo efectivo que se esperaba. "Además, el 35 por ciento de los encuestados dice que sobre las pautas alimenticias consulta más en los periódicos o con los familiares que con el especialista".


Vulnerabilidad de las mujeres mayores
Para la coordinadora del Grupo de Trabajo de Atención de la Mujer de SEMERGEN queda mucho camino por recorrer para frenar las desigualdades de género en salud. "Por ejemplo, la salud de las mujeres mayores y el impacto de los apuros económicos generados por los insuficientes ingresos económicos de las pensiones", asevera Mercedes Abizanda. "Las mayores son el colectivo más vulnerable. Normalmente son personas cuyo principal problema es la soledad y, en la mayoría de los casos, con una importante disminución de su poder adquisitivo, porque al quedarse viudas su poder económico se reduce un 50 por ciento", añade.
La reducción de los ingresos y la propia soledad desencadenan una peor calidad de vida. "Ellas lo perciben así. Además los problemas osteomusculares, como lumbago y osteoporosis les limitan su capacidad de movimiento", recalca la doctora Abizanda.


Violencia de género
Los especialistas destacan también la necesidad de incentivar la implicación de la Atención Primaria (AP) en el abordaje de la violencia de género. "Hay que seguir concienciando a la sociedad y a los profesionales sanitarios sobre esta lacra social que debe ser contemplada como un problema de salud pública, para poder ser atendida y abordada como tal".

Para Abizanda, el profesional de AP es clave para apoyar a las víctimas de la violencia machista a la hora de reconocer el maltrato y denunciarlo. Sin embargo, actualmente, del total de mujeres agredidas que acude a una consulta de primaria, solo el 40 por ciento reconoce haber sido maltratada. "Desde la AP se ha de tener la sensibilidad suficiente para detectar el maltrato, aunque ellas no lo manifiesten ni reconozcan, bien sea sicológico bien físico de la paciente. En la mayoría de las ocasiones llegan a la consulta con síntomas reiterativos de determinadas patologías: migrañas, dolores determinados, con un carácter repetitivo. Y los profesionales debemos de saber buscar lo que hay detrás", remacha, todo un mundo aun por explorar.


La salud de las mujeres inmigrantes
 
Aunque la presencia de mujeres magrebíes, subsaharianas y de Europa del Este aumenta en el Estado español, las latinoamericanas constituyen el grupo más numeroso. Las situaciones que viven pueden ser un factor de riesgo para su salud, aunque ante estas condiciones adversas afrontan la realidad de forma diferente y singular. El padecer malestar dependerá de las condiciones sociales (precariedad laboral, vivienda, etc), de los modelos ideales de feminidad existentes en cada cultura y de su interiorización, de los roles (madre, esposa, hija, trabajadora, etc), de la vivencia que tengan al desempeñarlos y de otras experiencias personales como mujeres.

"Con este colectivo, los profesionales sanitarios tenemos un larguísimo camino por recorrer. Estamos habituados a las enfermedades prevalentes en hombres-mujeres del Estado, pero nos empiezan a llegar enfermedades importadas a las que tenemos que enfrentarnos. Además, debemos ser cuidadosos con cada mujer según su nacionalidad, su cultura, su idiosincrasia", reconoce Mercedes Abizanda, al tiempo que explica como en SEMERGEN realizan talleres sobre patologías de la mujer extranjera con grupos de inmigrantes específicos.

A veces acuden a los servicios de salud a causa de alguna dolencia que no pueden explicar bien y que les produce una molestia importante, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, tensión premenstrual, dolores musculares, tensión alta, cansancio. En general trabajan durante jornadas interminables y mal pagadas. La incertidumbre de la permanencia en el empleo y las condiciones laborales, a menudo precarias, pueden provocarles estrés, ansiedad y/o angustia, y por tanto, que aumente el riesgo de sufrir malestar.

"Las mujeres sudamericanas acuden a los servicios sanitarios con total normalidad ya que tienen una autonomía propia altísima, comparable a las mujeres autóctonas. Sin embargo, las pakistaníes, las indias y de otros colectivos islamistas tienen que ir acompañadas de su marido y esto complica su asistencia; es más complejo y visitan al médico más tarde y en condiciones distintas. Es un hándicap notable", asegura Abizanda. Como ejemplo, puede citarse que las mujeres inmigrantes apenas tienen acceso a la píldora poscoital como método de emergencia, método muy extendido en el Estado ante situaciones de riesgo de embarazo no deseado.

No siempre es sencillo conocer las razones por el que las mujeres inmigrantes no acceden al sistema sanitario o no están satisfechas con la atención que reciben, porque tienen mucho que ver con las características culturales de sus sociedades de origen, además de con su situación legal. Cada cultura tiene una concepción particular de la salud, de su autovaloración y cuidado que, en ocasiones, difiere bastante de lo que se mantiene en las sociedades de acogida. Y si es así en general, aún es más notable esta influencia en todo lo que atañe a la salud de las mujeres inmigrantes, un campo de acción aún muy poco trabajado.


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