lunes, 26 de mayo de 2014

Faltan más y mejores patentes - DiarioMedico.com

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GASTO EN I+D

Faltan más y mejores patentes

El sector público tiene que esforzarse por buscar utilidad a su innovación y ponerla en manos de las empresas. España ha logrado tener buena ciencia pero necesita decisión política para conseguir el retorno económico.
Carmen Fernández. Barcelona | carmenfer@diariomedico.com   |  26/05/2014 00:00

El gasto en I+D español ascendió en 2012 a 13.392 millones de euros (1,3 por ciento del PIB), financiados en un 43,1 por ciento por el sector público, y ese mismo año los investigadores nacionales (públicos y privados) presentaron un total de 3.361 solicitudes de patentes (datos del INE), lo que sitúa al país en el noveno puesto entre los europeos, muy lejos de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Los artículos en publicaciones científicas y técnicas internacionales firmados en 2011 por alemanes fueron 46.259; por británicos, 46.035; por franceses, 31.686, y por españoles, 22.910, según datos del Banco Mundial.
Los expertos hace años que recomiendan aumentar, o al menos mantener, el gasto nacional en I+D (bajó un 5,6 por ciento en 2012) y mejorar los lazos entre la universidad y la industria para lograr más patentes y que éstas lleguen al tejido productivo, generando creación de empresas y de empleo y aumentando la riqueza del país. Pero, ¿qué otros factores influyen en el volumen de patentes, especialmente en el sector sanitario, que es uno de los más productivos (farmacia, productos y tecnología sanitaria, biotecnología)? ¿Falta cultura de patente y de emprendeduría entre los científicos biomédicos?
  • Israel es un ejemplo a seguir: hace treinta años decidió invertir 50 millones de dólares al año en I+D y hoy una sola patente (fármaco para Alzheimer) le reporta 20 millones de dólares anuales
Joan X. Comella, secretario general de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce) y director del Valle de Hebrón Instituto de Investigación de Barcelona, explica que "hace 30 años en España nadie sabía lo que era patentar. Después se pasó a adornar los currículos con patentes académicas. Las patentes útiles son otra cosa y es el momento en el que estamos: además de patentar hay que demostrar la utilidad práctica del producto y proponerlo al mercado. Se han incrementado las patentes en España pero, ¿cuántas se han comercializado? Quizá nuestro tejido productivo no esté tampoco preparado para asumir patentes".
Gestionar conocimiento
Comella propone crear estructuras profesionalizadas de gestión específica: "El científico tiene que crear nuevo conocimiento pero no tiene por qué saber patentar. Ser empresario es algo diferente que ser investigador; un científico puede ser consejero de una empresa pero no tiene que hacer su plan de negocio. Faltan elementos de intermediación o de interfase". ¿Propone un equipo de gestión del conocimiento en cada centro de investigación? "O uno para varios consorciados", apunta.
En el Clínico de Barcelona, que es el hospital más destacado en producción científica en España, el Departamento de Innovación que crearon en 2006 ya ha gestionado 440 proyectos, de los cuales 200 han acabado en licencias, 57 en patentes, 10 en software registrado y 4, en spin off, según informó hace unos días, en un acto en el IESE, Josep Maria Piqué, su director general.
En la Universidad de Barcelona, que sólo en el 2013 registró 740 proyectos de colaboración con agentes socieconómicos por valor de 39,22 millones de euros, 17 solicitudes de patentes y tres empresas de base tecnológica, Enric I. Canela, vicerrector de Política Científica, cree que las cosas se pueden hacer aún mejor. Destaca, por ejemplo, que tendrían que poder hacer seguimiento de los más de 4.000 artículos que publica esta universidad al año y seleccionar los que tienen potencial aplicabilidad para gestionarlos convenientemente.
Tanto Comella como Canela ponen de ejemplo a Israel, que hace 30 años tomó la decisión política de apostar por la I+D, invirtiendo más de 50 millones de dólares aproximadamente al año. Gracias a eso, el país se ha posicionado muy arriba en el panorama internacional y las patentes logradas le están sirviendo para financiar la actividad científica actual; una sola patente relativa a un fármaco para Alzheimer le reporta 20 millones de dólares al año.
"En España ninguna universidad recibe royalties superiores a un millón de euros al año. Tenemos buena ciencia, que es lo más difícil de lograr, pero no tenemos patentes buenas, que sí es algo fácil de arreglar pero nos lo tenemos que plantear de manera seria y movilizar a todos los agentes, incluyendo la Administración y el sector privado. La contribución de la ciencia al PIB español es ahora muy baja", apunta Comella.
  • El agente de la propiedad industrial Pepe Isern propone crear un ente público o privado que gestione patentes de forma colectiva por CCAA o nacionalmente
Susana Sánchez-Galve, directora del Centro de Innovación y Tecnología de la Universidad Politécnica de Cataluña, una de las que más patentan, explica que son un equipo de seis personas dedicado a potenciar, comercializar y desarrollar los resultados de la investigación de los diferentes equipos científicos de la institución. Sánchez-Galve recuerda que en España se está trabajando con intensidad en la consecución de patentes desde hace veinte años, cuando los países anglosajones "llevan más de 50 y de 70 años". A su juicio, "falta que las empresas entiendan mejor las posibilidades que les ofrecen las patentes y las universidades y demás centros científicos públicos, y que, por parte de estas, se haga un esfuerzo de acción comercial y de acercamiento a las empresas con posible interés". Sobre el papel de los investigadores, dice que "durante su carrera pueden estar más o menos cerca del mundo de la empresas -los ingenieros son los que suelen estar más próximos-, pero necesitan apoyo para estarlo".
Pepe Isern, abogado y socio director de J. Isern Patentes y Marcas, uno de los mayores agentes de la propiedad industrial e intelectual español, informa de que patentar en España cuesta como mínimo 6.500 euros, y en la Oficina Europea de Patentes, otros 4.000. Recomienda "no publicar antes de solicitar patente porque, si se hace, la patente es nula; publicar hace una daño terrible a las expectativas económicas". También aconseja que, antes de investigar o invertir en investigación, se busque internacionalmente si hay algo similar o igual a lo que queremos llegar a patentar -"hay bases de datos privadas muy potentes para hacerlo"-; intentar comercializar o licenciar la patente lo más rápidamente posible o crear una empresa para producir y comercializar lo potentado, y, lo que es más caro, proteger las patentes.
Isern lleva tiempo defendiendo que es necesario crear un ente público o privado que gestione las patentes de forma colectiva en los ámbitos autonómico o nacional (patent troll).

Una nueva ley equiparará España al ámbito internacional

El anteproyecto de la Ley de Patentes, que sustituirá parcialmente la de 1986, equipara la normativa española al ámbito internacional. Según el Gobierno central, el texto ofrece a los empresarios, emprendedores individuales e instituciones públicas y privadas "una alternativa rápida y eficaz para proteger sus innovaciones mediante patentes sólidas, eliminando las desventajas comparativas frente a los solicitantes de la vía europea y de la vía internacional".
Entre sus principales novedades figura que se reduce en un 50 por ciento la tasa de solicitud y búsqueda de patentes para emprendedores y pequeñas y medianas empresas, y se incluyen los Certificados Complementarios de Protección, que extienden por un plazo de cinco años la protección otorgada a patentes de productos farmacéuticos o fitosanitarios, para compensar el mayor plazo de tiempo que transcurre para ellos desde que se concede la patente hasta que se autoriza su comercialización.

CSIC: "Las mejores patentes siempre provienen de los mejores investigadores"

La estructura y la próximidad de los técnicos especializados con los investigadores son los factores que más favorecen el registro de patentes, según explica Ángel Caballero, vicepresidente adjunto de Transferencia del Conocimiento en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CISC), una de las instituciones que más patenta en España.
Para él, una de las claves consiste en disponer de un departamento específico, homologable al que tienen las universidades de referencia en los países anglosajones, integrado por técnicos con muy alta formación dedicados a la transferencia y comercialización.
A su juicio, es necesario romper con la falsa idea de que los científicos deben elegir entre "publicar o patentar", ya que resulta compatible. "Las mejores patentes del CSIC, las más famosas, siempre vienen de los mejores investigadores".
El CSIC recibe unas 250 propuestas de patentes de sus investigadores cada año y se consiguen cerca de 200, aunque en los últimos dos años la cifra se ha reducido debido al mayor rigor en el análisis de patentabilidad, pero como contrapartida cada vez se obtienen más patentes con prioridad europea.
Karla Islas Piek. Barcelona

Dos puntos de vista

Rafael Simó: "Hay que hacer ciencia, pero también buscar beneficios"
El Valle de Hebrón Instituto de Investigación (VHIR), en Barcelona, es uno de los centros españoles que ha apostado claramente por un cambio de modelo de financiación. Actualmente cuenta con 15 patentes transferidas que le reportan unos ingresos anuales que superan el medio millón de euros. Rafael Simó, del Grupo de Investigación en Diabetes y Metabolismo de este centro, es un ejemplo de este perfil de investigador, ya que actualmente está dando el salto a la industria con la creación de una spin-off mediante la que pretende comercializar algunos de sus descubrimientos en el campo del tratamiento de la retinopatía diabética.
Entre sus principales líneas de trabajo destaca la búsqueda de fármacos para tratar la retinopatía diabética por vía tópica, en forma de colirio. Este grupo ostenta actualmente cinco patentes, tres de las cuales tienen que ver con dicha patología, otra es un modelo diagnóstico para la microangiopatía y la última es una posible terapia para la obesidad.
Simó confiesa a Diario Médico que tiene el objetivo de "hacerse rico" con el fruto de su trabajo. A su juicio, "hay que hacer ciencia pero también buscar beneficios. Se trata de que todos ganen: las instituciones, los investigadores y la sociedad". Algunos descubrimientos importantes nunca llegan al mercado -ni a los pacientes- por no estar patentados.
La opción entre publicar o patentar puede resultar un dilema para muchos científicos, pero desde su punto de vista se trata de dos cosas totalmente compatibles y la clave reside en detectar las oportunidades. Y añade que una idea que es susceptible de comercializar debe cumplir cuatro características: ser novedosa, tener mercado, superar las pruebas de concepto y ser viable económicamente. Asegura que en su afán por patentar no ha visto sacrificado su factor de impacto ni que las publicaciones "se retrasen"; a base de "echar horas" se pueden alcanzar ambos objetivos.
Francisco Guarner: "Nunca me he planteado la investigación como un negocio"
Francisco Guarner, del grupo de Fisiología y Fisiopatología Digestiva del Valle de Hebrón Instituto de Investigación (VHIR) y responsable en España del proyecto europeo MetaHIT, que estudia la asociación entre los genes de la microbiota intestinal humana y algunas patologías, es uno de los científicos más reconocidos del mundo en su campo, y autor de unas 250 publicaciones científicas, y hasta el momento no tiene ninguna patente registrada.
Admite que no ha sido su prioridad: "Nunca me he planteado la investigación como un negocio". Para él, se trata de una cuestión de mentalidad que tiene bastante relación con la formación que recibió en la universidad. "En mis tiempos estaba totalmente orientada a la academia, pero eso está cambiando y los investigadores jóvenes ya tienen otro enfoque de la ciencia". Este cambio de tendencia le parece muy positivo y, ante la actual coyuntura económica, incluso necesario, ya que "esto ha contribuido a hacer rentable la ciencia en países como Estados Unidos".
Guarner recuerda un momento de su carrera, cuando descubrió unas bacterias con propiedades antinflamatorias hace más de una década, en el que se planteó la posibilidad de patentar. Pero decidió no hacerlo por temor a perder tiempo, ya que su interés era seguir con la investigación global de la microbiota para poder entender su papel en la salud y consideró el descubrimiento en cuestión como algo parcial. "Quizá nos hubiéramos perdido en algo marginal que tampoco resolvía nada con el riesgo de dejar de lado el verdadero problema de fondo". Ahora la investigación en esta línea está muy avanzada y no descarta la posibilidad de que genere alguna patente en el futuro.
Desde su punto de vista, una de las desventajas de la investigación orientada a patentes es que busca la transferencia inmediata, lo que implica el detrimento tanto de la colaboración en red como de los proyectos a largo plazo. Por ello considera que "en las instituciones es necesario encontrar un equilibrio entre los dos perfiles", que se complementan.

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